En ocasiones cuando escuchas la frase de “me vuelvo al pueblo” parece que es peyorativa. Siempre te han hecho creer que el éxito se encuentra en la gran ciudad. Salir y triunfar en Madrid es el objetivo de todos, sin embargo, hay que saber diferenciar entre éxito y felicidad. Muchas veces eres feliz sin haber tenido éxito o al contrario. En mi caso, después de muchos años en la capital intentado conseguir un trabajo de abogado, decidí volverme al pueblo y emprender.
Por ello no me siento ni mejor ni peor. Solo siento que he hecho lo que quería y lo que era lo mejor en ese momento. Por eso decidí volver a la casa de mi abuela. Una casa con mil recuerdos porque es donde yo pasaba mis veranos, pero en esta ocasión lo tenía que ver como el comienzo de una nueva vida. Supongo que mi yaya, allá donde esté, estará tan feliz de comprobar que su casa me ha servido de gran ayuda. La casa es muy grande y por eso decidí que tenía que montar una empresa de algo. ¿De qué?
Pues después de hacer un estudio de mercado, decidí que montaría una especie de ultramarinos de productos de higiene. Aquella figura tan importante hace años y que ahora ya está en desuso. Muchos me pusieron de loco, pero finalmente he triunfado. He conseguido un proveedor como es Comercial Apra que me suministra el material de calidad y a muy buen precio.
De las críticas al éxito
La verdad es que al principio fue un poco la revolución. Sobre todo porque como suele pasar en los pueblos, primero se fue a lo morboso. Cuando se enteraron de que iba a vender en mi tienda preservativos, muchos se pensaron que lo que montaba era un sex shop, incluso me llegaron rumores de que algunos decían que iba a ser un club. En fin, las cosas de pueblo con las que hay que batallar. Al final les tuve que explicar que en mi tienda podían encontrar desde preservativos, toallas y sábanas desechables, esponjar vaginales, lubricantes y diversidad de productos relacionados.
Uno de los casos más llamativos fue el de una vecina que llegó a mi tienda diciendo que qué estaba vendiendo. Era de esas puritanas que se pensaba que solo vendía condones a granel para que los jóvenes estuvieran todo el día al tema. Fue tan fácil como explicárselo. Aunque cuando quedó más tranquila es cuando la dije que vendía sábanas desechables ajustables. Precisamente lo que ella andaba buscando porque tenía a su madre enferma, casi sin levantarse de la cama, y le venía genial. Se había quedado sin la asistencia social, y ahora necesitaba todas las comodidades para su madre.
Eso sí, lo de vender artículos eróticos como bolas chinas o arneses no lo acaba de entender. Cuestión de mentalidad.
Poco a poco todos fueron conociendo mi tienda, y el éxito también llegó. Ahora puedo decir que vivo de mi trabajo, pero en el pueblo. Una gozada. Lejos de la presión de una gran ciudad, de horarios sacrificados y de jefes déspotas. Está claro que en mi caso volver al pueblo no fue un fracaso, sino un paso atrás para saltar aún más lejos. Me considero un privilegiado por poder salir a la puerta y respirar aire puro.