El Tantra revive las parejas

A veces, la magia de las relaciones con el tiempo se va desvaneciendo, y va dando paso a una plácida convivencia. Entonces, las parejas buscan incentivos para volver a encender la chispa. El tantra pude ser de ayuda, pero no como lo pensamos a priori.

Ante la ignorancia de los profanos vemos el tantra como una modalidad de sexo oriental. En realidad, sobrepasa ese aspecto. Es una filosofía. Un punto de vista ante la vida.

Miramos las relaciones de pareja como una forma de agradar al otro. Buscamos que el otro esté a gusto. No recordamos que cuando la conexión se produjo por primera vez, los que estábamos a gusto éramos nosotros. La presencia o la forma de actuar de la otra persona provocaban reacciones placenteras en nosotros mismos.

Podemos verlo como algo egoísta, pero lo cierto es que la información llega a nuestro cuerpo a través de los sentidos. Sentir más y cavilar menos. Tal vez esa sea la clave del equilibrio.

En el mundo moderno medimos la satisfacción por aquello que poseemos o aspiramos a poseer. Un buen coche, una bonita casa, un viaje exótico. Nos ponemos en alerta y bregamos hasta que conseguimos nuestra meta. Cuando la alcanzamos, una inmensa sonrisa de satisfacción cubre nuestro rostro. ¿Y después qué? Desaparece rápido. Nos hemos quedado sin objeto del deseo. Es más importante disfrutar lo que vivimos en el momento que coleccionar anhelos.

Otro de los problemas de la vida actual es la exigencia. Nos exigen en los estudios, nos exigen en el trabajo, pero tal vez no deberíamos exigir nosotros tanto a la persona que tenemos a nuestro lado. Queremos que nuestra pareja sea nuestra mejor amiga, una perfecta amante, una compañera comprensiva y la madre ideal para nuestros hijos. Entre tanta exigencia se diluye la persona.

En el tantra, como sucede con otras filosofías orientales, la forma que tiene de concebir la vida entra en colisión con la concepción que impone la sociedad en la que vivimos.

¿Qué es el Tantra?

El tantra es un conjunto de tradiciones y prácticas orientales, con un cierto carácter esotérico, que emplea la estimulación y sensación corporal para alcanzar un fin espiritual. Mediante la energía carnal se logra alcanzar una conexión íntima con nosotros mismos y con las personas importantes con las que interrelacionamos.

El tantra tiene su origen en la mitología hindú. En interpretaciones y prácticas que se derivaban de ella. El budismo la asimila y lo exporta por el centro y este de Asia. Para los budistas el tantra es la vía rápida para alcanzar la iluminación. La forma de liberar el espíritu por medio de las sensaciones del cuerpo.

Para Buda el tantra enseñaba a sus discípulos a hablar, sentir y actuar como si hubieran alcanzado el nirvana. Las enseñanzas en este campo se transmiten a través de poemas, que se llaman “tantras”, y que requieren de una cierta guía para su interpretación.

El tantra trata la sexualidad con mucha naturalidad. Concibe a los genitales como un punto de entrada y de difusión de energía. Tal vez por eso, en el mundo occidental, le damos esa fuerte connotación sexual. Pero el tantra aborda también la respiración, la concentración, los ritmos vitales. Y lo interpreta como partes de un todo. Maite Domènech, una instructora de tantra de Barcelona que imparte cursos online, nos comenta que las técnicas tántricas sanan y limpian el interior para disfrutar plenamente de la vida. El tantra está cargado de simbolismo.

Cuando Kali mató a Shivá.

Las enseñanzas ancestrales del tantra se transmitían por medio de textos que recreaban las largas conversaciones entre Shivá, el dios que representa la energía masculina, y Parvatri, también conocida como Devi, la deidad que simboliza la energía femenina.

En una relación de maestro-discípula, Pavatri le hacía preguntas a su esposo Shivá, y este le transmitía sus reflexiones. Ella le contestaba con otra pregunta, para profundizar más en el tema, o presentaba una conclusión, en la que expresaba lo que había entendido, llegando a sorprender al maestro.

Aquel ejercicio intelectual sin fin avanzaba en busca  Moksha, la liberación espiritual. Sus conversaciones versaban sobre cuatro apartados: conocimiento, práctica, acción y conducta.

La apacible Parvatri tenía un aspecto oscuro en su personalidad. En ocasiones podía mostrarse salvaje, impulsiva y animal. Era entonces cuando se transformaba en Kali. En ese momento era increíblemente bella, pero también temible. Fue ese aspecto el que sedujo de una forma irracional a Shivá. Era como tener a su lado a una bella pantera de la selva.

Cuando Parvatri se transformaba en Kali sembraba la destrucción. Se decía que solo Shivá podía serenarla. Kali no era malvada, tan solo se sentía arrastrada por sus impulsos.

Como cuenta la leyenda recogida en la web Mahashivratri, hubo una vez en que varios demonios comenzaron a adueñarse de la tierra. Las fuerzas malignas empezaron a dominar el mundo. Kali estalló en furia, se volvió salvaje y comenzó a arremeter contra todo.

Perdió la razón, sembraba muerte y destrucción allá por donde pasaba. Su furia alcanzó tal ímpetu que no había forma de detenerla. Se acercaron a Shivá y le dijeron: “Fíjate lo que está haciendo. Es tu mujer. Haz algo para frenarla.”

Shivá marcho en busca de Kali. Se acercó a ella con tranquilidad y paciencia. Ella, fuera de sí, sin darse cuenta de quién tenía delante, lo mató y el dios cayó al suelo. Cuando se dio cuenta de lo que acababa de hacer, se tranquilizó, acercó su rostro al de su amado y le insuflo la vida.

Kali para el hinduismo es la diosa de la vida y de la muerte. La energía en estado puro. Creadora y destructora. Capaz de matar a un dios, pero también de devolverle la vida.

En la filosofía tántrica, la pareja simboliza la separación. La dispersión de lo que una vez estuvo unido. El contacto físico entre ellos es lo que consigue volver a juntarlos.

Aparecen dos elementos, Kali y Shivá, que aunque en un principio pudiera parecer que uno está supeditado al otro, en realidad están en igualdad y son complementarios.

Al final, el caos, la pérdida del control, es lo que da lugar a un nuevo orden.

La conexión tántrica.

En el periódico El Diario de Sevilla se publica un artículo muy interesante sobre los beneficios psicológicos que reporta el tantra a las parejas. Está orienta

do sobre todo desde un enfoque sexual, despreciando su aspecto filosófico, cuando ambos están unidos. El artículo marca estos 5 puntos:

  • Comunicación. El tantra fomenta la comunicación entre las parejas, el contacto de la piel, las caricias. Sin buscar llegar a un fin inmediatamente. Como las conversaciones entre Parvatri y Silva, que se recreaban en su juego.
  • Vivir el presente. Disfrutar el momento. El aquí y el ahora. Dejarse llevar. Sentir plenamente las sensaciones que nos transmiten los sentidos. Sin pensar en lo que vendrá después. Una valiosa lección que es aplicable a otros aspectos de la vida.
  • Más complicidad. Esta filosofía apuesta por los momentos íntimos. Por la compenetración entre las personas. Por intentar acceder a nuestro interior, solo o en compañía y crear las condiciones para que el compañero haga lo mismo.
  • Ayuda a superar traumas. Algunos de los problemas que surgen en las parejas vienen marcados por experiencias pasadas y momentos traumáticos. Al existir una conexión espiritual, ayuda a poder superarlos.
  • Sube la autoestima. Al liberarnos a través del cuerpo y sentir placer, nos sentimos más a gusto con nosotros mismos. A veces podemos tener una imagen negativa sobre nuestro cuerpo. Cuando nos damos cuenta de que la apariencia no es determinante para sentir, cambia nuestra concepción sobre nosotros.

El Tantra nos ayuda a plantarnos la relación con nuestra pareja desde otro punto de vista, a liberarnos de ciertos prejuicios y disfrutar más de la compañía de los que queremos.

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