Los comercios al por mayor, un buen ejemplo de caso de éxito

Dentro de las fórmulas de negocio que tenemos vigentes en la actualidad, una de las más importantes es la que responde a la venta al por mayor y es que este modelo permite comprar a los intermediarios grandes cantidades de un producto a un precio menor que el de mercado, por lo que el margen de beneficio siempre será mayor. Sin embargo, en el caso de no darlo colocado a terceros, el problema sería que el mayorista almacenaría en su haber una importante cantidad de producto que, en función de cual sea el género, podría incluso llegar a perder. Esto es algo que, entre otras cuestiones, se da en alimentación, donde es más fácil perder dinero en caso de no poder vender el producto. No obstante, en caso de productos que no sean perecederos, el margen de beneficio podría llegar a ser interesante. Por ello, a lo largo de las próximas líneas queremos mostraros un poco más de cerca como es este caso de éxito, el de los negocios al por mayor, los cuales nos llenan cada día los comercios minoristas de mercancía.

Como os decimos, un comercio mayorista lo podemos definir de forma simple como una forma de comercio en que las mercancías se compran y se almacenan en grandes cantidades y se vende en lotes de una cantidad designada, a los revendedores, usuarios o grupos profesionales, pero no a los consumidores finales, quienes tendrán que ir a comprar los productos a los comercios minoristas. Así, de esta definición pueden destacarse dos aspectos, los cuales influyen en la estructura de los mercados de manera crítica y que se trata de los siguientes:

  • El comercio mayorista se basa en una compra: por lo que, en términos generales, no se trata de productores ni fabricantes, sino de terceros, que se ocupan de comercializar sus productos tras comprarlos a un precio muy inferior al de mercado. Una ventaja que consiguen al producirse la transacción en condiciones de grandes volúmenes de mercancía, si bien, hay que destacar que en el caso de las actividades que se encuadran en el sector primario (como la agricultura, la ganadería o la pesca), pueden ser los propios productores quienes hagan la función de mayoristas, vendiendo sus bienes a los distribuidores e intermediarios.
  • El comercio mayorista culmina con una venta, pero, la particularidad de esta modalidad comercial es que la venta no cuenta con el consumidor final como comprador, sino que la entrega se produce a un intermediario. Tras ello, será este agente el encargado de distribuir el producto a los empresarios de retail, los minoristas, quienes, a su vez, lo pondrán a disposición del cliente final.

Así, en el caso concreto de la moda, lo cierto es que los comercios mayoristas son capaces de ofrecer ropa de temporada a precios realmente competitivos, por lo que si vosotros tenéis una tienda de ropa, nosotros os recomendamos que os pongáis en contacto con Grupo Reprepol, puesto que ellos son mayoristas de ropa infantil y, como tal, ofrecen vestimentas de primeras calidades a precios realmente competitivos para los comercios de toda España. Y es que la moda es uno de los mejores ejemplos que os podemos poner de casos de éxito, puesto que sus productos, en parte, son atemporales, por lo que se pueden vender durante años sin que lleguen a caducar. Y decimos caducar, porque, tal y como os decíamos al comienzo, en el caso de los productos alimenticios, el margen de tiempo entre la compra y la venta es mucho más reducido, puesto que se pueden poner malos los alimentos, tal y como le ha ocurrido a la cadena mayorista Makro y a los cines Yelmo, quienes han tenido que retirar unas salchichas afectadas por la alerta de Listeria, con lo que, ese lote de productos ya lo han perdido definitivamente.

El poder de decisión pasa a los mayoristas

Quizá suene extraño, pero lo cierto es que la posición que ocupan los empresarios encargados de gestionar el comercio mayorista es muy favorable de cara a su intervención en la toma de decisiones a nivel de producción. Así, en este sentido, toda la capacidad de control que ellos ganan, crece a costa de una pérdida de poder en el lado de los fabricantes que, más a menudo de lo que pudiese pensarse, deben someterse a la presión del comercio mayorista, por encima del cumplimiento de sus propios planes estratégicos. Algo que se debe a que los mayoristas son los que compran gran parte de su producción anual, por lo que han de amoldarse a las exigencias que estos les imponen para poder seguir suministrándoles productos, ya que de lo contrario podrían optar por otro proveedor.

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