¡Socorro! Me ha tocado la lotería…

Creo que el término “suerte” es la palabra adecuada para definir el suceso que me ocurrió hace unos años, pues gané unos de los premios más importantes de la Lotería de Navidad y por ello decidí invertir gran parte de ese dinero en locales comerciales y pisos particulares que compré en Madrid y en los pueblos aledaños para alquilarlos. Pero como a mí lo de llevar el papeleo y todo lo relacionado con ello no me apasiona en absoluto, opté por dirigirme al equipo de AREA, una empresa dedicada al asesoramiento integral y consultoría inmobiliaria para llevármelo a cabo. Además, tanto dinero de golpe, ¡a mí me asustó! Imagínense… ¡un simple chófer de autobuses como yo! Jamás en la vida me hubiese podido imaginar un día estar a la cabeza de una tal fortuna.

Los profesionales de dicho despacho supieron escucharme, entender a la perfección mis miedos y colmar todas mis necesidades. Pusieron para ello entre mis manos sus mejores herramientas de trabajo y habilidades para que yo consiguiese alcanzar mis objetivos, a saber, el de poder vivir decentemente de mis rentas y el de poder transmitir a mis cinco hijos una herencia bastante consecuente. ¡Lo que no me hubiese podido imaginar hasta unos minutos antes del resultado anunciado! Porque por mucho que juegues con la ilusión de que te toque un día el gordo, etcétera, cuando eso pasa ¡no te lo esperas para nada y hay que saber guardar la cabeza fría en ese momento para no cometer errores y locuras! Porque a muchos les has pasado, y yo no quería que fuese mi caso.

De la inmensa alegría al miedo

Al jugar todos soñamos con que nos toque un día una millonada para poder por fin realizar todos nuestros sueños, pero para la gran mayoría de la gente, eso se queda siempre tal cual, porque en el fondo siempre pensamos que sólo les toca a los demás… Entonces, imaginaos mi estupor e inmensa alegría al enterarme aquel 22 de diciembre de que me había tocado a mí una auténtica fortuna. ¡No me lo podía creer cuando me lo anunció mi cuñado Kiko! Aquel día no fui capaz de comer nada, la emoción era tal que me era imposible. Sin embargo… de beber, ¡sí que fui capaz! Y más que de la cuenta. Champán francés que me pedí, y del bueno, ¡nada menos que el de la “Veuve Clicquot”! ¡Madre mía cómo me puse! Yo creo que no me había pillado una borrachera así desde la mili. Menos mal que estaban mi esposa y mis hijos mayores para vigilarme un poco, porque si no… Pero me preguntaréis: ¿hasta qué punto pudo cambiar mi vida de simple chófer de autobuses gracias a un vulgar boleto de lotería? En realidad, apartando el hecho de poder vivir sin temor al futuro y el de poder pagarme y regalarles a los míos y amigos lo que se me antojara, yo seguía siendo el mismo: un hombre sencillo pero sensato, con la cabeza bien puesta sobre los hombros.

Invertir pensando en el futuro

Soy y seré toda mi vida un hombre modesto y sencillo. Pues, sé lo que significa trabajar y ganarse la vida a duras penas, porque entré en el mercado laboral con tan sólo catorce años, y creo que he desempeñado y ocupado desde entonces todo tipo de oficios y puestos de trabajo: desde el de barrendero, pasando por el de camarero, el de obrero en una cadena de montaje, hasta llegar a día de hoy, al de chófer de autobuses. Con lo cual, tuve muy claro inmediatamente que ese dinero que me caía del cielo lo tenía que invertir. Pero tal y como lo he dicho al empezar a escribir este post, nunca me gustó el rollo administrativo, y por ello pensé en una asesoría para que ésta me llevase este tema. Elegí al despacho madrileño AREA, porque me lo había recomendado un compañero, y a día de hoy no me arrepiento de mi elección. Pues, ellos fueron los que me buscaron las naves, locales comerciales y pisos que compré, ellos son los que gestionan en la actualidad mis inmuebles, etc., los que se ocupan del mantenimiento y del aspecto financiero. De tal forma, que por fin me puedo permitir irme de vacaciones como Dios manda: hemos planeado en efecto mi esposa y yo dar la vuelta al mundo. Nos vamos dentro de una semana…

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